MEDITACIÓN


Según las clásicas definiciones, meditar es aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo. Etimológicamente proviene del latín meditarí, significa reflexionar, pensar en algo, estudiar, cavilar…
Si hiciéramos una encuesta entre las personas que conocemos sobre qué es meditar probablemente cada una de ellas nos daría una explicación diferente. La mayoría nos explicaría que es como rezar o, qué sé yo, tener una ensoñación… Incluso hay quienes van un poco más allá y defienden que meditar es un método para «Afinar (Sincronizar) nuestro cuerpo y mente por la mañana…» 
En general utilizamos esta expresión para indicar que estamos distraídos, ensimismados en nuestras cosas, ausentes, absortos… Es decir nos encontramos en ese estado de somnolencia en el que, dejándonos llevar por nuestros divagantes pensamientos, sentimos que el tiempo se ha detenido. Algo similar a lo que popularmente se dice cuando uno está pensando en las musarañas… O también puede ocurrir, y de hecho es otra forma de evadirse, cuando por ejemplo nos metemos de lleno en la lectura una novela que nos gusta. De alguna manera estamos viviendo otra vida, estamos en otra realidad, en otra dimensión… La trama, el argumento, el seguimiento de la historia con sus personajes, ejerce en nosotros una singular atracción. Algunos alcanzan tal punto de concentración que llegan a perder en algún instante el sentido del tiempo y del espacio. El siempre nombrado “Aquí y Ahora”.
lugar de meditaciónComo vemos, meditar, meditamos todos de una u otra manera. Aunque no seamos plenamente conscientes de lo que realmente estamos haciendo. Como ya he dicho, incluso leyendo o estudiando se podría decir que meditamos. Ahora bien, la meditación desde la perspectiva de las tradiciones orientales es muy diferente. Entre otras cosas porque lo que se persigue es el silencio y la calma mental.  
“Meditar es permanecer en silencio, en una postura cómoda y dejar que los pensamientos fluyan espontáneamente sin interferir en ellos”.  
Aparentemente resulta fácil, pero no lo es en absoluto. Al menos al principio, y para hacerlo bien. Esto es como todo en la vida, requiere práctica y entrenamiento… Pero antes de continuar me gustaría explicar porqué es tan útil y necesario meditar.  

¿Para qué sirve meditar?

En primera instancia para equilibrar nuestro cuerpo y, en segunda, para contrarrestar el desgaste al que nos vemos sometidos por el tipo de vida que llevamos. Especialmente los que vivimos en grandes ciudades y estamos sometidos a la tiranía de las prisas, el estrés, el tráfico… A lo largo del día vamos acumulando de tal manera preocupaciones y tensiones que al final de la jornada estamos literalmente agotados. Por raro que pueda parecer el desgaste mental cansa muchísimo más que el físico, por no mencionar también que nos dificulta el sueño y por tanto el merecido descanso.
Otro de nuestros grandes enemigos es el tiempo, mejor dicho, las excusas para justificar nuestra supuesta falta de tiempo. Algunos tienen muy bien aprendida la frase “no tengo tiempo”… Es natural, la oímos desde la mañana a la noche. Por otro lado como no estamos acostumbrados a cuidarnos, la excusa de la falta de tiempo siempre nos va perfecta. O eso decimos. Afortunadamente, ni se necesitan instalaciones especiales ni la práctica diaria requiere mucho tiempo. Se puede meditar en cualquier parte. Aunque, eso sí, lo recomendable es crear un hábito. Y, por descontado, hacerlo en un lugar tranquilo, alejado en lo posible de los ruidos y demás contaminantes sonoros. De todos modos como los beneficios se notan al poco tiempo, rápidamente encontramos más tiempo.  

¿Cómo meditar?

Antes de proseguir quiero hacer especial hincapié respecto a una duda común, por cierto, muy mal catalogada sobre lo que es o no la meditación. Hoy en día tal y como la conocemos en Occidente y practicamos miles, millones de personas en el mundo, la meditación no está sujeta a ninguna disciplina en particular. Categóricamente afirmo que no es una creencia religiosa. Todo lo más, se podría decir, una especial filosofía o singular manera de vivir saludablemente.  

Lugar, postura, entorno… 

Como ciudadano occidental es evidente que apuesto por la silla más que por la postura de loto (piernas cruzadas) pero, naturalmente, esto va en gustos. Buscar un entorno tranquilo, como ya he dicho, es vital al principio. Si bien es cierto que cuando se sabe hacer, incluso uno puede practicar meditación en lugares ruidosos. Como digo, para los principiantes, lo más recomendable es la tranquilidad.  
Velas, música, incienso… Exactamente lo mismo, lo que cada cual decida o prefiera. La mayoría de las personas meditamos con los ojos cerrados y no necesitamos de complementos. A mi juicio lo que verdaderamente importa es lo que pasa antes, durante y después…  

¿Cómo se hace?  

De momento, cerramos los ojos. Nos acomodamos y comenzamos a inspirar-retener-expirar… lentamente. Una y otra vez, despacio, muy despacio. Siendo plenamente conscientes de que Aquí y Ahora nuestras preocupaciones no están. O, al menos, no deberían estar. Imagina que las has dejado colgadas en el perchero…  
Cada vez que te llegue un pensamiento, mentalmente dí: “Ahora no”, y sigue centrado en tu respiración. Poco a poco se irán distanciando más y más los pensamientos, serán menos recurrentes. Aún así, si esto no te funciona todo lo bien que deseas, puedes optar por otros métodos. Como por ejemplo: 
  • Apoyar las palmas sobre los muslos y sentir la temperatura
  • Centrarnos en un sonido o en una música que te agrade
  • Enumerar las respiraciones de uno a diez
  • Recitar mentalmente un mantra…
A veces el solo hecho de mirar distraídamente hacia lugares, objetos o personas que son de nuestro interés: nuestra casa, un parque, nuestros hijos, un recuerdo, un sentimiento cariñoso… pueden también brindarnos la quietud mental que tanto necesitamos. A fin de cuentas lo que perseguimos es eso, unos instantes de paz y de armonía. 

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